El cristinismo no sabe “que trole hay que tomar”, como dice el tango. Después de haber asegurado que no concurriría a la reunión de la Mesa Electoral, Máximo Kirchner apareció en la reunión inicial acompañado de toda la plana mayor de La Cámpora y del gobernador bonaerense Axel Kicillof.
Gritaron, victimizaron a Cristina, consiguieron una declaración en la que se denuncia su condición de perseguida política y hasta propusieron armar una comisión para tratar de convencerla de cambiar su decisión inicial. El resto escuchó, asintió a esos histeriqueos sin contenido político concreto, y consiguieron que la declaración incluyera lo que realmente les importara: que las candidaturas del Frente de Todos deberán resolverse en las PASO.
En la práctica, no se llevaron nada. Gritar a los cuatro vientos que la vicepresidenta es víctima de lawfare desde hace tiempo no modifica su situación judicial, con el agravante de que podría ser leído como un nuevo intento de avanzar sobre la división de poderes. Alberto no modificó su posición respecto de su decisión de candidatearse, y confirmó que dará una respuesta en el mes de mayo.
¿Y Cristina? Sigue pensando que, en caso de presentarse en alguna boleta, Casación confirmaría el fallo de primera instancia y en tiempo récord la Corte Suprema avalaría lo actuado y la enviaría tras las rejas.
Como decía Perón, cuando no se quieren tomar decisiones se crea una comisión. Por esta razón, haber acordado crear una para “convencer” a Cristina de hacer lo que está decidida a no hacer es una decisión bizarra, sin efecto político alguno. Sólo procrastinar la toma de decisiones para garantizar la sobrevida del Frente de Todos en los próximos meses.
El más sincero fue el “Cuervo” Larroque, quien confesó que la reunión no había servido para nada y no había habido entendimiento alguno.
Tal como están las cosas, la tesis de Cristina es apoyar la fórmula Sergio Massa – Wado de Pedro. Pero Massa está condicionado por los logros de su gestión y el ministro del Interior mide -con suerte- 5 puntos en las encuestas. El único cuadro del cristinismo que podría aspirar a una candidatura presidencial es Axel Kicillof, pero ni él ni Cristina quieren saber nada, al menos por ahora. El objetivo del cristinismo es conservar la provincia de Buenos Aires, pero, sin una fórmula presidencial atrayente, las posibilidades de reelección del actual gobernador decaen considerablemente, ya que no está instalada la práctica del corte masivo de boletas.
Finalmente, el cristinismo termina haciendo lo que tanto le criticó a Alberto durante toda su gestión: mantener el status quo y patear las decisiones hacia adelante.