Hebe de Bonafini, poder y dinero

NACIONALES

Hebe María Pastor de Bonafini nació el 4 de diciembre de 1928 en Ensenada, provincia de Buenos Aires, y falleció el 20 de noviembre del año pasado, a sus 92 años, en La Plata. Tuvo tres hijos: Jorge Omar, Raúl Alfredo y María Alejandra.

Hasta la desaparición de sus hijos, según relatara la señora, era una simple ama de casa que solamente había cursado la escuela primaria y que no le interesaban ni la política ni los temas sociales.

El 8 de febrero de 1977, su hijo mayor Jorge Omar fue secuestrado en La Plata y el 6 de diciembre ocurrió lo mismo con Raúl Alfredo, en Berazategui. El 25 de mayo de 1978, desapareció también la esposa de JorgeMaría Elena Bugnone CepedaJorge Omar estudiaba Física en la facultad de Ciencias Exactas y era ayudante de dos cátedras. Raúl estudiaba Zoología en la misma Universidad Nacional de La Plata, también militaba en la izquierda y trabajaba en la Refinería de YPF, limpiando buques petroleros. Distintas fuentes aseveran que ambos tenían continuos problemas con su madre, resultantes de sus pensamientos reaccionarios.

La señora Hebe se fue apoderando lentamente de la asociación Madres de Plaza de Mayo ya en los 80. Contó al principio con un apoyo importante de unas cuantas madres, pero lo fue perdiendo en gran parte debido a sus manejos y comportamientos. Al mismo tiempo, empezó a ser muy cuestionada por los militantes de todos los otros organismos de derechos humanos: me consta que las dirigentes de Abuelas no la podían ni ver -«Es una bruta y se cree una reina», me manifestó su vicepresidenta- como también la gente de Familiares y de la APDH.

Hebe festejó el atentado terrorista a las Torres Gemelas, con distintos tipos de exabruptos: «El día del atentado yo sentí que había hombres y mujeres muy valientes. Valientes, como una montaña de valientes, que se prepararon y donaron sus vidas para nosotros. Ni siquiera para nosotros, tal vez para nuestros nietos. Declararon la guerra con sus cuerpos, manejando un avión para estrellarse y hacer mierda al poder más grande del mundo» (sic). Más allá de sus tantas apologías de la violencia, esto representa una estupidez de máxima pureza: en ese atentado hubo al menos 2.996 muertes y más de 25 mil heridos y nadie en su sano juicio podría festejar una masacre así.

La señora Bonafini supo tener, además, distintas opiniones anti semitas, que le valieron los repudios del rabino Daniel Goldman y del Centro Simon Wiesenthal. Más una discusión pública con el operador empresario Horacio Verbitsky, en la cual Hebe intentó pegar sus propios platos rotos: «Criticamos a Horacio Verbitsky por ser agente norteamericano, no por ser judío». Sólo le faltó decir que ella tenía un amigo judío.

Bonafini se opuso en todo momento a los procedimientos para reconocer la identidad de los restos encontrados en fosas clandestinas o devueltos por el mar, en contraposición al sentimiento de la casi totalidad de familiares de detenidos desaparecidos. Asimismo, se opuso a las indemnizaciones legales para familiares de desaparecidos y asesinados por la dictadura. No quiso comprender, que ese era el máximo reconocimiento a la existencia del terrorismo de estado. Ni tuvo el menor registro, de que el cobro o no de las indemnizaciones, constituyen decisiones absolutamente personales de los familiares de las víctimas. En forma continua y permanente, la señora Hebe se creyó la dueña de la verdad y sus autoritarismos y su supina ignorancia, siempre le impidieron ver que había otras opiniones absolutamente respetables. Fue una entera cultora del pensamiento único y quien pensaba distinto, se convertía en el enemigo o en servicio. Sus procederes siempre fueron estalinistas o, para plantearlo desde otro tópico, de un claro fascismo de izquierda.

No está muy claro cómo los parricidas Sergio y Pablo Shoklender se contactan con Hebe de Bonafini. Pero con el tiempo las confianzas entre ambas partes fueron creciendo y Sergio fue nombrado apoderado de la fundación Madres de Plaza de Mayo, una resultante de la asociación del mismo nombre. En la fundación se cobijaron la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo -que como otros disparates recibió un reconocimiento de las autoridades educativas nacionales-, un periódico, una radio, una casa cultural, una librería y una oficina en la ex ESMA, que completaban los deseos megalómanos de la señora Hebe. Y que generaban inmensas deudas sin ningún sentido, por cuanto eran emprendimientos con casi nulas producciones, pero con costos siderales. Mientras Bonafini seguía perdiendo apoyo interno, construía buenos vínculos con distintos políticos y gobernantes.

El proyecto de Sueños Compartidos habría dado a luz en el 2006, según el periódico de las Madres. El escándalo del mismo recién saltó en el 2011, en tanto en el 2017 se activó la causa penal y en 2019 fue enviada a juicio oral. Se habían terminado los tiempos del romance platónico: Bonafini y Sergio Shoklender se acusaron mutuamente de traidores y ladrones. María Alejandra Bonafini quedó en el medio de una serie de operaciones inmobiliarias, que, al común de los mortales, le hubieran implicado procesamientos y prisiones preventivas. El juez federal Martínez De Giorgi procesó a Bonafini, a los hermanos Shoklender, al ex subsecretario de Obras Públicas de la Nación, Abel Fatala, y al ex secretario de Obras Públicas, José López, entre otras personalidades. El ex ministro de Planificación, Julio De Vido, se sumó a la lista de procesados tiempo después. Distintas fuentes aseveran que Bonafini primero le rogó al juez y luego conforme su estilo lo amenazó salvajemente, para que saque de la causa a su hija. Con el tiempo, la señora mágicamente pasó de procesada a calidad de testigo, en un sainete tal que la declaración indagatoria se la tomó en la cocina de la Casa de las Madres, ya que se negaba a ir a Comodoro Py. Una vez más quedaron el claro los privilegios de la reina Hebe. No se realizaron licitaciones ni el resto de los controles estatales en las obras del proyecto, y mucho después se comprobó un desvío cercano al 30 por ciento del monto total de la inversión. Gracias a las chicanas de los abogados de los defendidos, ya lleva más de tres años empantanado el juicio oral.

Pero mejor hagamos un poco de historia.

El 30 de abril de 1977 se congregaron en Plaza de Mayo varias madres de desaparecidos. Fueron catorce mujeres, de alguna manera comandadas por Azucena Villaflor. También asistieron María Adela Gard de Antokoletz con sus hermanas Julia y Mercedes, y entre otras Haydee «La Gallega» GarcíaAzucena tuvo la brillante idea de que se reunieran allí, habida cuenta que ninguna recibía respuestas sobre sus hijos desaparecidos. Tenía una muy fuerte formación personal, y provenía de una familia que tuvo activa participación en la resistencia peronista. Fue secuestrada en el mes de diciembre de 1977 en la iglesia de la Santa Cruz y su cuerpo fue reconocido en 1975. Somos muchos los que pensamos que Bonafini no se hubiera adueñado de la asociación si Azucena no hubiera sido desaparecida.

En el año 82, a poco de la rendición de las Islas Malvinas, me reuní con la madre de mi compañera desaparecida Alicia Zimman. Le plantee a Any una serie de cuestiones, más mi deseo de colaborar con las Madres. Any había tenido tres hijas y siempre me trató como el hijo que no tuvo. Su respuesta fue contundente: «Me parece bien, podes aportar muchas cosas, pero tené mucho cuidado con Hebe, sólo tiene objetivos personales y además es antisemita». Al poco tiempo, por un contacto, pude conocer a Renee «Yoyi» Epelbaum, quien se convertiría en una gran amiga de toda mi familia. “Yoyi” era una inyección de vida, increíble verla tan vital, a pesar que los asesinos le habían secuestrado a sus tres hijos (LuisClaudio y Lila, los dos últimos secuestrados en Uruguay). Hablaba varios idiomas y fue un poderoso motor para esclarecer, con sus viajes a Europa, a las opiniones públicas de los distintos países y conseguir distintos financiamientos genuinos. Por intermedio de “Yoyi”, conocí a María Adela Antokoletz, la vicepresidenta de Madres, quien también terminó siendo una gran amiga de mi familia (como no había tenido nietos, le encantaba cambiarle los pañales a mis hijos). Su humor y su inteligencia eran excepcionales -igual que sus dos hermanas- y fue la madre del doctor Daniel Antokoletz (gran docente, experto en derecho internacional, que presentó además decenas de habeas corpus en la dictadura).

También pude conocer y tratar a otras cuantas madres, que luego, hastiadas de los manejos de Bonafini, se decidieron a crear la Línea Fundadora de Madres. Carmen Lapaco -madre de Alejandra, también desaparecida- que trabajaba y fue fundadora del CELS, antes de que Horacio Verbitsky lo convirtiera en una de sus «orgas». Laura Bonaparte, psicóloga de gran experiencia, con sus tres hijos desaparecidos, dos nueras y un yerno, más el padre de sus hijos. “Tati” Almeida, docente e hija de un oficial de caballería y madre de un desaparecido (a quien Hebe acusaba estúpidamente de formar parte del Partido Militar). La ya mencionada Hayde García, madre del “Gallego”, del colegio Buenos Aires, una mujer de una dulzura y razonamientos únicos, que preparaba unas meriendas hermosas. Vera Jarach con su eterna sonrisa, periodista judía nacida en Italia y madre de Franca, también desaparecida del Buenos Aires y compañera de mi compañera Alicia. Y entre tantas otras madres, imposible no destacar a la querida Norita Cortiñas. Madre de mi compañero de facultad Gustavo, y casada con Carlos, con quien solíamos beber cafés por plaza de Mayo, ya que trabajábamos los dos en la zona (muy celoso Carlitos, sólo se quedaba tranquilo si en los viajes al interior yo iba de chofer de Nora).

Norita era una fervorosa seguidora de Hebe, pero allá por el 84 “Yoyi” y Adela me pidieron -o en realidad me ordenaron- que intentara hacerle ver los desastres de Bonafini. Por lo que fuera, Norita fue comprendiendo la realidad, en forma paralela a su proceso de gran desarrollo educativo personal. No faltaba a ninguno de mis cumpleaños y tenía un estrecho vínculo con mi mamá.

En el 85, “Yoyi” y Adela me plantearon si podía realizar la primera auditoría de la asociación. Merced a las labores de los alcahuetes de Bonafini, pude avanzar muy poco. No pude terminar la auditoría, pero hasta dónde pude ver -más o menos un 50 por ciento del total a revisar- había cerca de 2 millones de dólares en gastos, que no tenían facturas, ni recibos ni comprobantes de ningún tipo. Para decirlo en criollo, alguien se los había tragado, en momentos en que hacía rato que Bonafini manejaba el 100 por ciento de la asociación y obviamente la totalidad de las finanzas. Supongo que esta cuestión fue uno de los motivos finales que hicieron que el año siguiente se formara la Línea Fundadora.

Vi a unas cuantas madres llorar, debido a que Bonafini les dijo que si cobraban las indemnizaciones por desapariciones eran directamente unas traidoras. Lo mismo les dijo a tantas otras, para el caso de que reconocieran los restos de sus hijos. Hebe fue un personaje siniestro que realizó muchos daños, que además murió impune con las defraudaciones de Sueños Compartidos y que dejó también impune a su hija, en una nebulosa tal que hay quienes afirman que alguien también se tragó 20 millones de dólares. No obstante, hay mucha gente desde su buena fe que sigue creyendo en Santa Hebe. Menos mal que en un sentido contrario nos queda el ejemplo de cientos de madres, que sólo pretendieron verdad y justicia, y a quienes nunca les interesó ni el poder ni los dineros.

Me extendí en tantos detalles ya que puedo dar fe de sus vidas, de sus luchas, de sus convencimientos, de no quedar pegadas a ningún partido político -menos a este Pan Triste que tenemos de presidente- y de sus enormes honestidades. La historia dirá finalmente en qué lugar queda situada Hebe María Pastor de Bonafini, pero en lo personal no tengo dudas que sólo debería tocarle el basurero de la historia. 

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