El rescate del viejo almacén “La Estrella” donde funciona el Tribunal de Cuentas de Misiones, brilla como patrimonio arquitectónico centenario

GENERAL

El viejo edificio del Almacén “La Estrella”, en Buenos Aires esquina Roque Pérez, se salvó de la piqueta gracias a un rescate histórico y arquitectónico que salió del Estudio Cella a pedido del Tribunal de Cuentas (HTC), que allí tiene su sede.

Menos los ladrillos a la vista, como se construyó en los años ´20 del siglo pasado, la casa de dos plantas está como la soñaron y levantaron dos adolescentes enamorados y recién casados, Emilio Azar y Zaide Nehme Chemes. Mucho tuvo que ver en su conservación el organismo que dirige Fabiola Bianco.

La doctora Claudia Azar, nieta de los dos libaneses llegados a Posadas en 1914, y el arquitecto Daniel Cella, coinciden en esa diferencia. El revoque no es de la fachada original. “Es de años posteriores”, agregó la integrante del clan familiar, que al llegar a Misiones abrigó a Zaide y Emilio, casados el 15 de agosto de 1913.

Zaide tenía floridos 15 años y su esposo 17. Ambos nacieron en Amioun (se pronuncia Amiún), del caza (sub-distrito) Al Koura, parte a su vez de un mofazat (distrito mayor) en el Líbano Norte. Su capital regional es Trípoli y, desde ese bellísimo país, cuya capital Beirut fue llamada alguna vez la “París de Oriente”.

Nueva estructura del Tribunal de Cuentas proyectado por el Estudio Cella.
Los parasoles evitan el impacto sobre la superficie de vidrio de la estructura.

Partieron desde Amioun Al Koura, en el centro del Líbano (al sur d Trípoli) y dejando atrás el azul Mediterráneo, cruzaron el Océano Atlántico rumbo a Rio de Janeiro, pero hasta allí los acosó el horror de la I Guerra Mundial. Se escapaban de la matanza, de la brutalidad del Imperio Otomano y de la imperialista Francia, pero el barco estaba en peligro y debió buscar refugio en Rio de Janeiro.

Como un tiburón sediento de sangre, un submarino alemán (novedad en la guerra marítima) estuvo a punto de hundir su nave. “En plena I Guerra Mundial debieron refugiarse en esa ciudad, hasta que pudieron continuar viaje a Buenos Aires, desde donde viajaron a Posadas porque había una colectividad que los recibía. Corría el año 1915”, contó Claudia Azar. Tuvieron 10 hijos, cuyos descendientes llegan casi al centenar.

Es tan apasionante la historia de los Azar, con su almacén de ramos generales “La Estrella” que atraía a paseras, villenas y vecinos de Posadas, que achica el espacio del rescate del viejo edificio. Su construcción comenzó a fines de la década del ´20 y fue inaugurado en 1932 aproximadamente.

Los parasoles de la piel de vidrio que rodea al nuevo edificio del Tribunal de Cuentas, protegen del impacto solar en los sectores norte y este.

La puerta de acceso de la ochava suroeste genera cierta emoción, porque es la original que tuvo el negocio. Y sus vidrios conservan las iniciales del Almacén La Estrella de Emilio Azar, grabadas al ácido o lápiz con punta de acero y diamante.

El actual edificio del HTC ocupa hoy la trinchera norte de las 182 manzanas entre Roque Pérez, Sáenz Peña, Mitre y Corrientes, “la zona de mayor valor histórico patrimonial”, admite Cella. El arquitecto oriundo de Tandil, fundó su estudio junto a su esposa Silvina Antonia Nosiglia, y dirigió el proyecto que logró un notable salvataje de la histórica fachada.

Azar contó que el edificio fue vendido al Tribunal de Cuentas en noviembre de 1964. “Lo sé porque el último evento celebrado ahí fue mi primer cumpleaños y al día siguiente –siempre me lo recordaban- mis abuelos hicieron la mudanza”.

El diseño del Estudio Cella, en diálogo constante con el Departamento de Patrimonio Histórico Urbano de la Municipalidad de Posadas, logró que aún se aprecien las líneas del antiguo edificio. Encima de esas dos plantas –en la esquina de Buenos Aires y Roque Pérez- se erigen 10 pisos envueltos en una piel vidriada.

El edificio de la familia Azar fue inaugurado en 1932 y así se encontraba antes de la puesta en valor y construcción de la torre de 10 pisos.

“Mi pensamiento es que las cosas nuevas se hagan en lugares nuevos; si tuviese que elegir. Ahora, al intervenir en un edificio histórico, trabajamos con el mejor contraste: lo nuevo que se note y lo antiguo se conserva”, explicó Cella. De lo nuevo “es propio el hormigón; en el ´20 se usaban ladrillos y perfiles, porque no se usaba el hormigón armado”.

La Estrella fue un ícono del comercio y la vida social de medio siglo en Posadas. Antes de la voladura con explosivos del Cerro Pelón, para continuar la Avenida R. Pérez, el camino obligado desde el puerto fue la Bajada Vieja, con una curva hacia la actual calle Arrechea, en Villa Sarita. A pasos del negocio de los Azar se alzaban los puestos de La Placita.

De los 10 hijos que tuvo la pareja Azar-Chemes, cuatro quedaron en Posadas y los demás en La Plata, Buenos Aires y Entre Ríos. Emilio “Poroto” Azar tuvo su propio negocio en Buenos Aires y Alvear. Lo bautizó “Poroto”. Es padre de la doctora Claudia Azar, quien contó los detalles apasionantes de su familia. Su madre, que vive en Posadas, no pertenece a la colectividad.

Los primeros hijos, sí se casaron con personas del mismo origen que sus padres. Amalia Nazar de Kury, nació el 1º de septiembre de 1914, se casó con Baig Kury (sin vinculación con los posadeños con igual apellido) y la pareja se estableció en Buenos Aires.

Naza Azar (nacida el 25 de abril de 1916) se casó con Agustín Vera, de la colectividad paraguaya, y fundaron el almacén Casa Miguelito, en ochava con la Casa Poroto. Otra tercera hermana, Leonor, se mudó a Entre Ríos. Zacarías –primer varón luego de tres niñas- estudió en La Plata donde se instaló como abogado. Es padre del también abogado posadeño Daniel Azar.

Zulema siguió en Posadas la tradición familiar. Fue maestra en la Escuela La Fraternidad, pero a la vez tuvo su negoció enfrente del establecimiento al que llamó “El Titán”. Tras tantas niñas, nació Emilio el segundo varón que, como se dijo, abrió el almacén “Poroto”. Le siguió Víctor Manuel, periodista deportivo de renombre, también en La Plata.

Otros que decidieron vivir en la capital bonaerense fueron Julia Zaide, óptica de profesión; Juan, profesor de Biología; y cerrando el grupo que optó por Misiones, María Inés “Maruca” quien se casó en 1958 con José Lezcano y tuvo descendencia. Es tan amplio el abanico de experiencias de los Azar, que merecerían un espacio aparte.

La mudanza de Emilio y Zaide, que se produjo en 1964, terminó con la construcción de una casa más “pequeña” pero de grandes dimensiones para las reuniones familiares, a media cuadra de la antigua “Estrella”. Allí funciona hoy el Casino de Oficiales de Gendarmería Nacional.

Para tener una idea del tipo de fachada de la antigua casa familiar, basta cruzar la avenida donde edificios, posiblemente ligados a la vecina fábrica de cigarrillos CIBA (Compañía Introductora de Buenos Aires). Las instalaciones han sido modernizadas, aunque los techos mantienen su diseño de galpones.

Justamente en esa lomada que mira al río Paraná, alquilaron su primer hogar los Azar. “Primero se instalaron en la calle Arrechea, en esos locales, una primera casa alquilada con frente a la Bajada Vieja, de los viejos galpones de la Bajada Vieja, no existía entonces la continuación de la Roque Pérez hacia el río”.

Víctor Manuel Azar, hijo de Miguel y Zaide. Se radicó en La Plata y fue un destacado periodista deportivo que siguió la campaña de Estudiantes. Pertenece a la primera promoción de egresados del Roque González.

En cuanto a la torre donde funcionan las nuevas oficinas del Tribunal de Cuentas, “hemos puesto una piel de vidrio, insertada en una estructura que tiene aleros como mínimo de 90 centímetros”, explicó Cella. “Esto produce sombra y confort, porque quien trabaja allí no depende del vidrio como aislamiento único”.

“El lado oeste está ciego –agregó- porque hay estrategias por el tema d la orientación. Al sol del Norte se lo para muy bien con un alero, al del Este con un parasol, porque es muy rasante el sol cuando pega. En el Norte van los aleros y al Este los parasoles”, indicó el arquitecto. A estos detalles de protección se agregan los adelantos técnicos de los edificios llamados inteligentes.

La entrada a esa modernidad continúa siendo la antiquísima puerta de “La Estrella” con las iniciales de la familia Azar grabadas en sus vidrios. Enseguida se pisan los mosaicos originales de un salón en forma de “L” y, por el costado de la avenida, se conservó la puerta de ingreso a la casa familiar en planta alta, un espacio íntimo, y maravilloso por su lámpara de antaño, escalones de mármol y balaustrada de madera pintada. El ayer y el hoy, juntos, para disfrutar de espacios diferentes.

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