¿Alberto terminará su mandato?

GENERAL

No pasa un día sin que la interna del Frente de Todos se desmorone cada vez más. Ni siquiera el nacimiento de su segundo hijo impidió que el presidente echara más combustible a la hoguera.

El domingo había ratificado al ministro Martín Guzmán y le indicó que no hablara hasta que él mismo se lo solicitara. El silencio duró menos de 24 horas, ya que al día siguiente le encomendó asistir a una entrevista en el programa Minuto Uno, que conduce el operador ultra-albertista Gustavo Sylvestre.

Ya en el aire, ninguno de los dos hizo nada para disimular que la nota había sido guionada. Sylvestre demandaba definiciones y el ministro se mostraba inusualmente confrontativo, insistiendo en mojarle la oreja a quienes objetan su plan económico, que es el plan de Alberto Fernández.

“Seguiremos con aquellos que estén alineados con el plan económico”, enfatizó provocativamente, a sabiendas de la pésima acogida que sus palabras tendrían en el cristinismo.

También anunció que la inflación de marzo estaría por encima del 6 por ciento, y citó al secretario de Comercio, Roberto Feletti –con quien existe una declarada disputa-, para afirmar que “no existen soluciones mágicas”. Y dio a entender que otros serían los cambios en el gabinete, al tiempo que reclamaba “apoyos políticos claros”.

Las declaraciones de Guzmán sonaron como un grito de guerra en la coalición oficialista. Claro está, no era Guzmán su autor intelectual, sino Alberto Fernández, quien parece haber decidido ir a fondo contra el cristinismo, preservando a sus ministros más cuestionados y aferrándose al plan que contiene el acuerdo con el FMI.

Fiel a su habitual diletancia, no sólo Alberto silenció a Guzmán el domingo para enviarlo al frente de batalla el lunes, sino que tampoco cumplió su anuncio de que se tomaría los días de licencia por paternidad que dispone la ley vigente. Así que ahora anunció que “trabajará a distancia” desde el Sanatorio Otamendi, acompañando a su familia. Claro está, dejar la presidencia en manos de Cristina justo cuando se anuncia una inflación altísima y el ala económica de su gobierno es cuestionada por el cristinismo hubiera sido un dislate.

Sin embargo, el presidente se tomó su tiempo para lanzar otra frase venenosa a la interna del Frente de Todos. «Más que en el gabinete, estoy pensando en cambiar pañales”, aseguró, lo que significó una nueva provocación para sus socios en la coalición.

La fractura está expuesta y a cada paso se agrava. Un importante dirigente de Juntos por el Cambio pronosticó: “Si los dos no se reúnen lo antes posible y pactan consensos mínimos, esto termina mal”.

Un consultor económico muy requerido por el Círculo Rojo transmitió a sus clientes que “lamentablemente volvió el clima de pesimismo que se percibía después de las PASO el año pasado, los dueños de las grandes empresas y los directivos de los bancos preguntan desde hace varios días lo mismo: ¿Alberto termina el mandato? Y con la información actual no es muy fácil negar terminantemente esa hipótesis temeraria”.

Este martes se reunieron nuevamente los gobernadores peronistas para seguir debatiendo la resurrección de la Liga de Gobernadores, que sólo entra en acción en situaciones límite. Uno de ellos comentó la opinión preponderante entre sus pares: “No se puede seguir así, alguien debe intervenir con mucha contundencia porque van a provocar una crisis descomunal”.

No son los únicos en tratar de crear una red de contención ante la actitud irracional que adoptó la dupla presidencial. La semana pasada se reunió la “cumbre anti-grieta”, convocada por Juan Schiaretti y Gerardo Morales, en la quinta de Juan Manuel Urtubey. “Más allá de nuestras ganas de derrotarlos en las urnas, no nos causa ninguna gracia esta crisis porque están abriendo la caja de Pandora y no se sabe cómo puede terminar esto”, se sinceró uno de los participantes, que revista en Juntos por el Cambio.

En el peronismo prima el diagnóstico de que “si no logramos sentar a Alberto y Cristina, no sólo vamos a perder el poder, corremos el riesgo de tener que irnos antes del gobierno y no volver a ganar una elección por mucho tiempo”.

Ante la gravedad de la situación, Cristina le hizo llegar a Alberto su predisposición a sentarse a dialogar. Pero un diputado porteño de origen radical puso en duda el encuentro: “Cristina ahora quiere hablar, pero es Alberto el que se niega porque sabe de sus exigencias”.

En el tablero político los pronósticos son estremecedores. El único que parece ignorarlos es el presidente, más “preocupado en cambiar pañales” que su gabinete. En ocasiones, el cinisimo puede ser una virtud. En otras, sólo es la prueba más patética del egoísmo y la miseria humana.

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