Se registró una segunda denuncia contra docente acusado de abuso

POLICIALES

La denuncia fue radicada ayer ante la Fiscalía de Instrucción Uno de Oberá por una sobrina. Aseguró que ella y su hermana fueron víctimas de abuso durante tres años.

“Todavía cuando llueve no puedo dormir, a pesar de los años que pasaron. Las goteras me recuerdan los baldes de chapa que ponía mi abuela en el pasillo de la casa, por donde mi tío entraba a la pieza y nos violaba a mi hermana y a mí. Con tratamiento psicológico entendí muchas cosas, pero ese terror vive conmigo”.

Así reflexionó una mujer que ayer denunció por abuso sexual a su tío, identificado como Gustavo Agustín A. (53), el mismo docente que en el 2015 fue acusado del mismo delito por los padres de una alumna de 11 años, causa que fue elevada a juicio y aguarda fecha para debate oral en el Tribunal Penal Uno de Oberá.

En la víspera, una sobrina del imputado -de la cual se preserva su identidad para evitar la revictimización- se presentó ante la Fiscalía de Instrucción Uno de Oberá, a cargo del fiscal Elías Bys, donde detalló el calvario que habría padecido a manos del mismo individuo.

Posteriormente, en una entrevista exclusiva, la mujer dio detalles de sus padecimientos y el modus operandi del sospechoso.

Aseguró que a ella y a su hermana les repetía “yo les voy a enseñar”, frase que también consta en el expediente de 2015 por el hecho en perjuicio de una alumna.

Todo comenzó en la zona rural de Campo Ramón cuando la denunciante tenía 5 y su hermana 8 años. Su familia residía cerca de la casa de la abuela paterna.

“Mi mamá, mi abuela y otro tío sordomudo iban al arroyo a lavar ropa, y nosotras dos nos quedábamos en la casa de la abuela con otra tía, que para que no le molestemos a ella porque tenía que hacer las cosas de la casa, nos mandaba a jugar con el tío Agustín. Al principio era todo lindo porque el tío nos hacía cosquillas, nos hacía reír”, señaló.

Recuerdos y pesadillas

Siempre según su relato, con el correr de los días los juegos dieron paso a los abusos. 

“El tío nos tocaba. Nosotras no entendíamos nada. Empezamos a tener miedo y no queríamos ir a la casa de la abuela porque sabíamos que eso estaba mal, pero no entendíamos que él tenía la culpa. Él se reía y nosotros corríamos detrás de la casa, al yerbal, y no sabíamos con qué limpiarnos (…) No queríamos ir a jugar con el tío porque cada vez que íbamos supuestamente nos hacíamos pis. Nosotros no entendíamos”, detalló.

Alrededor de un año más tarde, la abuela paterna se mudó al pueblo con sus hijos y sus nietas pensaron que se habían librado del presunto abusador.

Con lo que no contaron las niñas fue que su mamá, para que estén más cerca de la escuela, las mandó a vivir con la abuela.

“A veces llovía semanas enteras y teníamos que caminar siete kilómetros hasta la escuela, entonces para que no faltáramos mi mamá nos dejaba con la abuela. Llegaba la noche y mi tío salía de la pieza donde dormía y se metía en nuestra pieza. Tocaba a una, después a la otra; subía sobre una y después sobre otra. Nos tapaba la boca y decía “si gritás va ser peor”. Y así toda las noches. Cuando llovía la abuela colocaba sus tachos de chapa en el pasillo y escuchábamos las goteras. Ese recuerdo es una pesadilla”, mencionó.

En tanto, consideró que su abuela no podía desconocer lo que su hijo les hacía a sus nietas, al punto que subrayó: “Ella fue tan culpable como él, y si estuviera viva también la denunciaría a ella”.

Las secuelas

Fueron alrededor de tres años que marcaron las vidas de las dos pequeñas hermanas, quienes en su temor e inocencia guardaron silencio de lo que pasaba en casa de su abuela.

Al respecto, explicó que “pensábamos que mi mamá nos iba a dar una paliza, porque era lo que nos decía mi abuela. Ella sabía porque le contamos y nos tenía prohibido hablar de eso con nuestros padres. Siempre nos amenazaba con que mi papá nos iba a pegar”.

Cuando tenía 8 años sus padres decidieron mudarse al pueblo, por lo que dejaron de quedarse en casa de la abuela.

“Mi hermana era tres años más grande y no ocultaba la bronca que le tenía a la abuela. Después, con el tiempo, cuando fuimos más grande y entendimos lo que había pasado no quisimos denunciar para no afectar a nuestros padres. Mi hermana hace siete años que vive en el exterior, pero ahora también quiere denunciar”, precisó.

En diálogo con este diario, la mujer que ayer radicó la denuncia reconoció que tiempo atrás se sometió a un tratamiento psicológico por las secuelas que le dejó el abuso.

“Sobre todo cuando llovía tenía pesadillas con él que me decía: “vení, vení yo te voy a enseñar”. Esos recuerdos me estaban volviendo loca y llegó un momento en que prefería no dormir. Hice un tratamiento en el hospital y saltó todo esto. La psicóloga me dijo que tenía que hablar con mi mamá para empezar a superar un poco a situación. Hablé con mi mamá y se sintió culpable, pero le dije que ni ella ni mi papá tenían a nada que ver”, comentó visiblemente conmovida.

En esa línea, reconoció que aún hoy cuando llueve se encierra en su habitación con sus hijas. “Necesito ver que mis hijas están bien. Es algo que me supera. Ellas están más grandecitas, saben y cuando llueve vienen conmigo y pongo música para no escuchar la lluvia”, reconoció.

“Sigue cerca de chicos”

La mujer comentó que en el 2015 se enteró que los padres de una alumna de su tío lo denunciaron por abuso, consiguió el teléfono de la mamá y se puso a disposición de la familia.

“Cuando me contó que le decía que le iba a enseñar no tuve dudas porque lo mismo nos decía a mi hermana y a mí”, subrayó.

Incluso, prestó su testimonio en dicha causa y su relato consta en el requerimiento de elevación a juicio. Oportunamente la defensa del imputado solicitó un careo, aunque al llegar a la sede judicial y ver a su sobrina el implicado argumentó que no la conocía y se retiró del lugar.

“Después me crucé en el cajero con él, me vio en la fila y se fue. Bien que nos hizo tanto daño pero ahora se escapa”, opinó.

Además, valoró que el paso de los años y la ayuda profesional le brindaron herramientas para afrontar el compromiso que requiere hacer una denuncia de tal tenor.

“Durante muchos años tuve miedo de hacer la denuncia pensando en mi papá, pero es hermano de él y no sé cómo puede llegar a reaccionar contra él. Pero creo que llegó el momento de contar lo que me pasó a mí y a mi hermana, porque mientras que él duerme tranquilo, yo no puedo dormir. Y lo peor es que sigue cerca de chicos, sigue trabajando con alumnos y estoy segura que sigue haciendo de las suyas”, alertó.


Causa a juicio

La primera denuncia contra el docente Gustavo Agustín A. fue radicada el 31 de agosto del 2015, cuando la víctima asistía a quinto grado en una escuela rural de Campo Ramón. El expediente 103048/2015 fue caratulado como abuso sexual calificado, aunque el imputado aguarda el juicio en libertad.

En tanto, desde la querella que representa los intereses de la víctima precisaron que hace poco más de un mes solicitaron que se fije fecha de juicio oral, instancia que el año pasado fue postergada por la pandemia.

Hasta ahora el acusado rechazó la posibilidad de un juicio abreviado porque para ello debería reconocer la culpabilidad y perdería todos los años de aporte como docente.

Actualmente, está afectado a otra escuela de la zona rural de Campo Ramón, situada a poco más de 5 kilómetros de la institución donde habría ocurrido el hecho.

Con relación a la denuncia, la menor aseguró que el sujeto la manoseaba y luego le regalaba golosinas para que no cuente lo sucedido. Los abusos se habrían registrado en diferentes aulas y en los sanitarios de la escuela.

Para la imputación fue clave la declaración de la niña en Cámara Gesell y el posterior informe de la pericia.

“Se infiere que el relato sobre los hechos denunciados sería congruente con la realidad percibida, no se trataría de una construcción fantaseada, inoculada o tendiente a perjudicar a terceros con otros fines”, concluyó el perito del Cuerpo Médico Forense que entrevistó a la niña.

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